“De tanto apretarlas, las tuercas pueden acabar rompiéndose”

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Isaac Rosa, uno de los escritores mas solventes de su generacion, ahonda en ‘La mano invisible’ en la deshumanizacion laboral y el “estado de malestar en el que vivimos”.

Alguien dijo que la revolucion no consiste mas que en hacer explicita la violencia implicita. Como asintiendo, un personaje de La mano invisible, de profesion albanil, se pregunta para si mismo por el coste de un edificio medido no en sueldos ni en materiales sino en “dolores, lesiones, desgaste, vertebras castigadas, articulaciones condenadas a una vejez de achaques, dedos aplastados, hernias, traumatismos, escoliosis y de vez en cuando accidentes mas graves”. Todo aquello que un sueldo -bueno, malo o regular pero por lo general malo- nunca compensara. Con una voz si cabe mas dura que en sus anteriores obras, Isaac Rosa (Sevilla, 1974) explora en su nueva novela, editada por Seix Barral, la deshumanizacion del mundo laboral, “el estado de malestar en el que vivimos la mayor parte de los trabajadores”.

No se trata de una “novela indignada” en el sentido 15-M del termino, aclara el autor, que presento ayer el libro en la Biblioteca Infanta Elena dentro del ciclo Letras Capitales del Centro Andaluz de las Letras; aunque admite que esta inquietud, que le rondaba desde hace muchos anos por su impacto en la generacion a la que pertenece, “se ha agudizado con la crisis”. “El deterioro en el mundo del trabajo es cada vez mas evidente”, por lo que las preguntas que plantea la obra “cobran mas sentido” en estos momentos: “?Por que somos dociles y sumisos, por que padecemos situaciones insoportables que sin embargo aguantamos?”. Para plantearlas, el autor de La malamemoria, El vano ayer, !Otra maldita novela sobre la guerra civil! y El pais del miedo reune a doce trabajadores en un poligono industrial.

Todos han acudido alli tras responder a una extrana oferta de trabajo. Se les pide que hagan su tarea, la que siempre han hecho, hasta aqui todo normal, pero ocurre que ni siquiera saben quien los ha contratado y ademas son observados durante todas sus jornadas por los espectadores que ocupan un graderio confundido entre las sombras de la nave industrial donde se reproduce este intrigante teatro. En el realizan sus labores mecanicamente, mientras los pensamientos y los problemas atraviesan como flechas el vacio de su rutina, hasta que el conflicto estalla. Ante las cada vez mas agresivas exigencias de su enigmatico patron, los trabajadores encarnaran todo un muestrario de actitudes posibles ante la humillacion y la explotacion, desde la solidaridad hasta la ruindad.

Menos uno de ellos, que es informatico, todos los demas actores de este espectaculo de la alienacion desempenan oficios tradicionales: uno es carnicero, la otra es costurera, otro es camarero, aquella es operaria de montaje… Elecciones muy conscientes y que tienen que ver con una de las interpretaciones del titulo. “La novela reivindica el trabajo frente al capital. El trabajo es la verdadera mano que mueve el mundo. He querido hablar del trabajo fisico porque, aunque a veces caemos en el espejismo de que ya no existe, sigue siendo necesario para llevar la vida que llevamos; todo lo que nos rodea tiene detras una cantidad de trabajo enorme, pero no lo vemos”. Otra interpretacion, “la mas reconocible”, hace alusion a las tesis de Adam Smith, esa mano invisible que se supone que regula toda actividad economica “aunque hoy vemos que la mano del mercado es mas negra que invisible”.

Ganador de algunos de los premios mas prestigiosos de la literatura en espanol, entre ellos el Romulo Gallegos, el sevillano imprime de nuevo una notable densidad ensayistica a su novela, aunque en esta ocasion el peso de las reflexiones se integra mas en la (exigente) narracion, en las voces de sus personajes, que en algunos pasajes percuten sobre sus conciencias casi obsesivamente. “Aunque suele verse mas el aspecto politico y social de mis novelas, por supuesto que tengo intereses literarios, formales, artisticos si quieres. La literatura que quiero hacer, y la que me interesa como lector, es aquella que no da la espalda a cuanto de conflictivo hay en nuestro tiempo. Creo que los autores, cuando hemos conseguido una cierta atencion, tenemos una responsabilidad. Y echo de menos ese ejercicio de responsabilidad por parte de los creadores; que deberian exigir tambien los lectores. Cuando me planteo si los novelistas estamos a la altura de lo que se espera de nosotros, tengo el resquemor de que no lo estamos”.

Isaac Rosa cree en la literatura como “arma de intervencion social, en su capacidad de abrir debates y de participar en los ya existentes”. Dice que “el mayor elogio” a su obra se lo hizo Antonio Ferres, integrante de la generacion de la berza, el nombre que los partidarios de planteamientos mas esteticistas acabaron por imponer a los escritores del realismo social de los anos 50 y 60. “Me dijo que El vano ayer era el tipo de novela que habrian escrito ellos si les hubieran dejado seguir escribiendo y evolucionar; si no los hubieran expulsado de la literatura”. Tambien defiende a Jesus Lopez Pacheco: “Es una tradicion a la que yo querria vincularme. Por supuesto que hubo malas novelas sociales, como las hay malas de otro tipo”, dice el autor, que es joven pero nunca ejercio de y siempre ha ido por libre en este sentido. Y ademas no comulga con la proliferacion de novelas que “se cierran tanto a la realidad, que al final la realidad no es mas que el propio escritor y su novela”. Lo entiende como algo “significativo” en un un contexto en el que “la literatura dominante ha ido desactivando su capacidad critica”, lo que explica su “lugar irrelevante” en la sociedad de nuestros dias.

A pesar de todo, asegura, el seguira sin desviar la mirada de una realidad que “aterroriza”: “En pocos meses estamos liquidando, para nosotros y para las proximas generaciones, cosas que ha costado decadas conseguir”. “Soy pesimista. No se cual es la salida… Hay una posibilidad, que no es la mas deseable: de tanto apretar las tuercas, estas pueden acabar rompiendose”, dice el escritor, que sin embargo tambien es consciente de que, por evitar pensar en el problema “mientras eramos guapos y felices”, los espanoles se enfrentan a una “paradoja terrible: cuando mas evidentes son los motivos para la rebeldia, mas dificiles son las condiciones para manifestarla”.

Fuente: http://www.diariodesevilla.es/article/delibros/1066082/tanto/apretarlas/las/tuercas/pueden/acabar/rompiendose.htmlrn

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